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EE UU pone fin al aislamiento de Libia

Rice afirma en Trípoli que Washington "no tiene enemigos permanentes"

Libia, el país gobernado por el líder beduino Muammar el Gaddafi desde 1969, dejó ayer de ser un Estado paria para EE UU y el mundo. La secretaria de Estado Condoleezza Rice, llegó ayer a Trípoli para cumplir la primera visita de un alto cargo estadounidense al país árabe desde 1953.

Rice cenó con Gaddafi, el hombre al que Ronald Reagan definió como "el perro rabioso de Oriente Próximo", y ambos declararon abierta una nueva era en las relaciones entre ambos países.

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Tan pronto como pisó la capital libia, Rice afirmó que su llegada demostraba que Washington "no tiene enemigos permanentes". "Demuestra que cuando un país está preparado para cambiar, EE UU está preparado para responder [...]. Francamente, nunca pensé que iba a estar en Libia", añadió.

Gaddafi ha hecho los deberes con aplicación en los últimos tiempos, y el reconocimiento empieza a llover poco a poco desde los grandes despachos del planeta desde que, en 2003, renunció sin rechistar a su incipiente programa de desarrollo de armas químicas, biológicas y nucleares, y se desmarcó de Al Qaeda.

Hace unos meses, Libia cerró la última herida al aceptar pagar una indemnización de 1.880 millones de euros a las 270 víctimas del vuelo de Pan Am, que explotó en el aire y cayó en Lockerbie (Escocia) por agentes libios en 1988. El problema es que Gaddafi todavía no ha transferido el dinero. Rice dijo ayer a la prensa en Lisboa que estaba "deseando visitar Trípoli", aunque el viaje sólo iba a durar cinco horas. "Es un momento histórico, y llega después de muchas dificultades y del sufrimiento de mucha gente que nunca será olvidada, ni aliviada, muchos americanos en particular", señaló Rice. "Pero Libia está cambiando, y quiero comprobar cómo se produce ese cambio".

Los dos países han vendido con gran despliegue de medios la cita, quizá porque ambos piensan sacar tajada inmediata del reencuentro. El Gobierno de Bush, muy cerca ya de su final y con un balance entre bochornoso y trágico en política exterior, presenta la visita como un difícil éxito internacional (aunque las relaciones diplomáticas se reanudaron ya en 2006). Gaddafi espera que la presencia de Rice servirá para limpiar de una vez por todas su célebre historial de matón.

Los servicios secretos de EE UU han cambiado de opinión y ahora consideran a Libia, no ya un enemigo, sino un aliado. Según revelaba ayer The Washington Post, el Gobierno de Bush considera que es en este momento "un país muy útil para evitar el flujo de terroristas norteafricanos hacia Irak". El romance creció de intensidad el año pasado, cuando Gaddafi lanzó una bonita flor por televisión a Rice, al llamarla "Leezza" en una entrevista concedida a Al Jazeera y explicar que si ya no acude a las cumbres árabes es porque la secretaria de Estado, entre bambalinas, controla perfectamente ese terreno.

Viendo sus palabras de entonces, parece probable que la cena de anoche se alargara un poco: "Apoyo a mi querida señora negra americana", declaró el histrión el 27 de marzo de 2007. "La admiro y estoy orgulloso de cómo se recuesta en la silla y da órdenes a los líderes árabes", añadió.

El último obstáculo para la reconciliación fue superado hace unas semanas, cuando ambos países acordaron atender las reclamaciones por el atentado libio de 1986 contra la discoteca La Belle, de Berlín Oeste, en el que murieron dos soldados americanos y una mujer turca. El acuerdo prevé, además, que EE UU asuma responsabilidad por las muertes libias, entre ellas la de un hijo de Gaddafi, provocadas por el bombardeo aéreo lanzado contra Trípoli en represalia por el ataque de Berlín.

Más allá de estas viejas e incómodas querellas, el viaje de Rice tiene un obvio componente económico. Gaddafi ha abierto la mano a la inversión extranjera después de años de aislamiento y sanciones, y su país tiene las reservas de petróleo mayores de África y en torno al 3% de las mundiales. Libia ingresó el año pasado más de 28.000 millones de euros por su sector energético, y planea, según The Washington Post, doblar su producción hasta los tres millones de barriles diarios en 2012.

Condoleezza Rice y Muammar el Gaddafi, ayer en Trípoli.
Condoleezza Rice y Muammar el Gaddafi, ayer en Trípoli.AFP

Tres décadas de relaciones turbulentas

- El enfrentamiento. Muammar el Gaddafi nacionaliza en 1973 el sector petrolero y cierra el golfo de Sidra a la flota estadounidense. La brecha en las relaciones bilaterales se agudiza por el apoyo libio a la revolución iraní, en 1979. EE UU impone un embargo militar y económico a Trípoli.

- Los atentados. Tres atentados tramados por el régimen de Gaddafi jalonan la década de los ochenta y granjean a Libia el repudio internacional. En 1986, una bomba en una discoteca frecuentada por estadounidenses en Berlín (tres muertos y 230 heridos) es respondida con un ataque aéreo contra Trípoli y Bengasi, que deja 41 muertos. En 1988, un Boeing de la compañía Pan Am explota cuando vuela sobre Lockerbie (Escocia) con 270 pasajeros a bordo. Un año después, un avión francés de la UTA corre la misma suerte en Níger, con 169 muertos.

- El deshielo. En 1999, Libia entrega a Holanda a los autores del atentado de Lockerbie, que son procesados por jueces británicos, lo que lleva a la suspensión de las sanciones de la ONU. Cuatro años después, Gaddafi anuncia la suspensión de sus programas de armas nucleares, químicas y biológicas, renuncia a apoyar al terrorismo internacional y reconoce la responsabilidad civil de su país en los atentados de Lockerbie y Níger y acuerda indemnizar a las víctimas. EE UU reinicia en 2004 los contactos oficiales y suspende las sanciones. En mayo de 2006 se restablecen las relaciones diplomáticas y Libia sale de la lista de Estados terroristas.

Italia paga por el colonialismo

La historia cuenta que el Ejército italiano dejó al menos 100.000 muertos en Libia durante su dominio colonial, entre 1912 y 1943. Ahora, el Gobierno de Silvio Berlusconi ha vuelto a hacer historia convirtiéndose en el primer país que indemniza a una nación árabe por los desmanes del pasado. Tras una larga década de negociaciones y amenazas mutuas -a raíz de los bombardeos de la OTAN en abril de 1986, Libia advirtió de que destruiría Lampedusa si seguía siendo "cabeza de puente del terrorismo estadounidense en el Mediterráneo"-, hace una semana, Berlusconi firmó un tratado de amistad bilateral con el líder libio, Muammar el Gaddafi, en una tienda beduina a las afueras de Bengazi. Como símbolo de amistad, Berlusconi llevó a Gaddafi una estatua de Venus sin cabeza, expoliada a principios del siglo XX.

Según se ha contado, el tratado compromete a Italia a pagar 3.400 millones de euros (en 25 años) como compensación a su ex colonia. Libia destinará parte del dinero a hacer una autopista que atravesará el país de Egipto a Túnez. Y Trípoli vigilará mejor los masivos desembarcos de emigrantes rumbo a Lampedusa, un viaje en el que han muerto varios centenares de africanos en los últimos años.

Pero la parte más sustanciosa del acuerdo es la energética. Italia, que es ya el principal socio de Libia, accederá a más gas y petróleo del país que tiene una de las reservas más ricas del mundo. Roma explota varios campos de crudo e importa gas por la tubería de Sicilia, y en junio pasado ENI prolongó por 35 años su acceso a las reservas libias.

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